miércoles, 16 de noviembre de 2011

11M (marzo de 2011)

Han pasado ¡siete años! desde el día en que llegué a la oficina comentando “¡Cuántas ambulancias bajan por Doctor Esquerdo!”. Olga me miró con ojos incrédulos, serios, y me dijo: “¿No te has enterado?”. Toda la mañana estuvimos dando al botón de actualizar la página del periódico, sin poder creernos cómo aumentaba el número de víctimas, sin poder decir nada. No recuerdo más conversaciones de esa mañana. Sólo caras vacías, asustadas, apagadas.



El 2004 fue el año de mi boda. El año que de verdad empezó en serio la vida que he elegido. Desde entonces, en fin, esto es lo esencial, hemos tenido dos hijos, que son, como decían en aquella película, el “QUAN”.

Y hoy, siete años después, veo el panorama que tienen mis hijos por delante. Una catástrofe de dimensiones sobrehumanas ha segado más de diez mil vidas en el país del sol naciente. Al sur de nuestras fronteras soplan vientos de libertad entre los pueblos musulmanes. Los coreanos se tantean tentando a la guerra civil que podría ser mundial. Los cimientos del mundo global se tambalean de forma cada vez más patente.

Hoy dice el periódico… decía Sabina. Hoy dice el periódico que las bolsas necesitan datos para calcular su apertura tras el tsunami. Que Zapatero brinda nuestra ayuda humanitaria al gigante nipón. ¿De qué ayuda habla, si nos tienen que rescatar con el dinero de otros? Hoy no dice el periódico (porque no interesa a los que mandan que lo conozcamos), no dice, digo, qué es lo que han decidido Merkel y Sarkozy que tendremos que hacer los apestados del sur de Europa para no dejarnos caer. No dice si me van a bajar otra vez el sueldo. No lo dice, pero verás tú como me lo bajan otra vez.

Sí habla el periódico de encuestas preelectorales, de ¿líderes? mejor o peor valorados, de campaña para paletos, para gente sin inquietud por el futuro de sus hijos, para los pobres diablos que creen que seguimos en el juego de la izquierda y la derecha. Sí habla de cómo se tiran los trastos a la cabeza los guiñoles del gran capital a los que tenemos que votar en unas listas que nos imponen y que no elegimos. Y el dominical habla, además, de sálvame, de fútbol y de gran hermano. De la incultura del desesfuerzo.

En ningún periódico se leerá lo que pasó en las elecciones sindicales esta semana: un despiste en una mesa, un elector que mete el voto en la urna que no es, y el triunfo de la ignorancia. En vez de tacharle de la urna que sí es, y seguir avanzando, los dirigentes sindicales, ésos que dicen representar a los trabajadores, los que tienen la poca vergüenza de llamarse “de clase” con la que está cayendo y lo que se están llevando, deciden pegarse los unos a los otros y que se repita la votación la semana que viene. Pandereteros.

Parezco pesimista, pero no lo soy. Porque de todo esto que hablo cada vez estamos más hartos los hombres de bien. Porque estamos hartos de que nos manipule el cobarde capital. Porque su pantomima va a morir de éxito. Porque ese globo que ha hinchado e interconectado con redes sociales y dinero, para facilitar sus transacciones fiduciarias, va a estallar. Y porque nuestros hijos vivirán otra realidad, imposible averiguar cuál, pero creo y confío en que esté pintada con colores más bonitos.

Pobre de ti… Gulliver… Pobre de ti…



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